Por Silvia Buendía
Una de las informaciones más novedosas que recibí, a inicios del pasado Agosto, en el Taller Migración del VIH/SIDA -organizado por IMLAS Iniciativa de Medios Latinoamericanos sobre el SIDA e Instituto de la Américas en San Diego-, fue el hecho de que la incidencia de nuevas infecciones de VIH en Latinoamérica se dan en un grupo humano denominado hombres que tienen sexo con hombres. Proporción estadística que es una constante reflejada en todos los países de la región. También en el Ecuador con una prevalencia de infección del 19, 2%.
No necesariamente estamos hablando de hombres que se identifican a sí mismos como homosexuales o bisexuales. Abundó en el análisis de este tema el Dr. Fernando Ludeña, Director del Centro de Promoción de Salud de la Clínica Comunitaria Vista, en California. Mediante un prolijo estudio realizado en su clínica, Ludeña determinó que el 6.2% de los hombres heterosexuales encuestados mantenían también frecuentemente relaciones sexuales con hombres. A pesar de esto, ellos se siguen considerando 100% heterosexuales. Están casados o en unión libre con mujeres, tienen hijos; incluso se admiten conquistadores y mujeriegos.
Este minucioso estudio visibilizó una conducta de la que se habla poco, pero que se replica en toda la región Latinoamericana. El número de infecciones está creciendo en una población de la que no solo casi nada se sabe, sino de la que aparentemente tampoco queremos saber; pues nos suele resultar chocante información como ésta. ¿Por qué? Pues básicamente porque los hombres heterosexuales no tienen sexo con hombres. O por lo menos, eso pensamos desde nuestra concepción normativa heterosexista de la sexualidad humana.
¿Debería ser tan nuevo para nosotros los latinoamericanos este tema de hombres que tienen sexo con hombres? Regreso mi mirada a la literatura -mi terreno conocido y querido- y veo que en este campo hemos tenido desde hace años novelas que abordan este hecho. A bote pronto se me ocurren dos: “El lugar sin Límites” del chileno José Donoso, novela corta de 1967 que trata de Manuela; un homosexual que se viste de mujer (así lo describía Donoso) y trabaja en un burdel. La obra narra cómo Manuela es requerida sexualmente en forma constante por Pancho Vega, camionero rudo, machazo, casado y con una hija. A Pancho lo desborda una atracción obsesiva por Manuela, pero él no se considera a sí mismo homosexual. En “El Beso de la mujer Araña”, escrita en 1976 por Manuel Puig, argentino, se cuenta la historia de Valentín Arregui y Molina. Ellos comparten celda en la cárcel. Sufren la injusticia del mismo orden represivo, Valentín por disidente, Molina por homosexual. Entre los dos eventualmente se da una entrañable historia de amistad, amor y sexo; a pesar de que Valentín es -y nunca deja de ser- heterosexual.
De pronto es hora de ir más allá de los esquemas de conducta sexual normativa que manejamos como verdades absolutas y plantearnos que somos una sociedad diversa. Diversa también en lo sexual y mientras esto siga siendo un tabú, mientras en este tema siga campeando la desinformación, el prejuicio y el estigma; será más difícil encontrar soluciones para erradicar enfermedades como el VIH, por ejemplo. Pero sobretodo, seguiremos viéndonos a nosotros mismos como lo que tal vez no somos. Seguiremos etiquetándonos con rótulos –quizá innecesarios- como heterosexual, homosexual, bisexual.
¿Es indispensable que la identidad de un ser humano dependa de una variable como su orientación sexual? ¿No será posible que la sexualidad humana sea mutable, compleja, sin límites y no pueda ni deba ser encasillada por la atracción a uno u otro sexo?
Decía Gore Vidal en su libro Sexualmente Hablando, “No existe la persona homosexual o heterosexual. Existe la relación homosexual o heterosexual.” Tal vez vaya siendo hora de superar modelos de sexualidad hegemónica y abrirnos a diferentes posibilidades sin que esto signifique irremediablemente un angustioso cisma moral. Para llegar a esto -casi una utopía- ameritaría un mayor conocimiento de nosotros mismos desde datos reales. Seguro ese día podremos desterrar prejuicios y conseguir una sociedad menos discriminadora,más inclusiva y sana. Una sociedad más humana en el mejor sentido de esa palabra.